Luis Enrique Lazo.- Quizás sea uno de los pocos que me quedan vivos y también quizás uno de los pocos que tenga su foto, gracias a su hija que me la pasó Aida Lazo.
Para el que lo vea en esas condiciones, no tienen una idea de la clase de hombre que era hace unos 20 años, 6 pies, corpulento y trabajador de la Forestal en la península de Guanahacabibes.
Mis primeras relaciones estuvieron relacionadas con la postración y muerte de su padre, se portó como todo un caballero e hizo todo lo que humanamente estuvo en sus manos para alargarle la vida. Desde luego que ese caso me tocó a mi y siempre que veo a un familiar con ese interés por uno de los suyos, eso redobla nuestros esfuerzos. Luchamos contra la muerte con todo, en aquellos momento teníamos ciertas condiciones para trabajar y hasta concentrado de proteínas por venoclisis le pasamos. Aunque no tuve tiempo para conocerlo, me di cuenta de su valentía, siempre estuvo en su cuartico al fondo de la casa como lugar para morir. Luis Enrique se portó que ya quisieran muchas personas tener un hijo que se preocupara y se mantuviera en su cabecera hasta el ultimo momento. De ahí nació nuestra amistad que se mantiene a través del tiempo y del espacio.
Es una persona que le tocó sufrir mucho, primero por la perdida de su esposa a una edad relativamente joven y finalmente la lejanía de su única hija, que pienso que no ha visto mas. Tenia una fe ciega en mi persona como médico y recuerdo su frase de que cuando me ponía la bata blanca todo se resolvía.
Le curé un problema en una pierna, una linfangitis crónica y esto nos compenetró mas. También iba a su casa y nos poníamos a conversar para matar el tiempo, sobre todo en las noches y fueron muchas las vueltas que dimos en su viejo Jep de fabricación Rusa donde salíamos por el área a realizar la tarea numero uno de todos los cubanos que es buscar comida.
Lo significativo de todas estas relaciones era la cero discusión, podíamos hablar de cualquier tema de forma amigable y sin contradicciones.
Cuando lo veo esa foto siento que el corazón se me acelera, hacia muchos años que no lo veía pero ya se había jubilado al momento de salir para la Habana por lo que debo entender su estado. Pertenece a los Lazos, un tremendo familión que no alcanza el tiempo para hablar de cada uno.
Solo le deseo que el Sr. lo acoja en la gloria cuando le llegue su turno. Saludos, amigo desde aquí de Panamá, te queremos y no te olvidamos.
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