domingo, 31 de marzo de 2013

Semana Santa, tiempo de meditación.

La vida en Cuba es difícil, pero aun mas después que conocemos los placeres del Mundo actual.
Pocas personas por no decir ninguna, estaría dispuesta después de ver el mundo real a sumergirse de nuevo en esa vida.
Pero yo digo mas, no todo lo que brilla es oro y en mi cayuco viví los mejores años de mi vida. Y es que en realidad la mayoría de las cosas que tenemos no son imprescindibles, solo alimentan nuestro ego pero no nuestras almas.
Me encuentro rodeado de tecnología, computadoras, teléfonos inteligentes, e internet, además puedo comer lo que me venga en gana y decir lo que también me venga en gana pero si pudiera escoger me quedaría con mi cayuco.
Nada puede compararse a montarme en mi bicicleta y recorrer el vecindario y sus alrededores, conversar con grandes amigos que muchos están muertos recostado en un taurete en cualquiera de los portales o un buen sillón.
Todas las connotaciones en ese lugar tenían otra dimensión, porque solamente una yuca con mojo o un boniato asado podía convertirse en un exquisito plato.
Me gustaba estar rodeado de personas sencillas, humildes, trabajadoras que daban lo poco que tenían con mucho amor.
Mi cría de gallinas, mis perros, mi puerco, mis arboles frutales, mi patio, ver crecer las plantas que una a una sembramos con nuestras propias manos.
Que decir de mis viejos del cayuco, Gelasio Parra ya descansa en paz, un hombre con mucha sabiduría que a pesar de su avanzada edad guiaba a su familia con mucha astucia, a Dionisio Lazo con toda su familia, el sr. Cangas que decía que era analfabeto pero que sabia mas que cualquiera que hubiese estudiado y otros nombres que no me acuerdo, todos muertos. Todos eran unos personajes y hombres de bien con mucha dignidad así como trabajadores como coco mena también descansando en el reino, y que Dios los tenga a todo en su gloria.
Todos los alimentos en Cuba tenían otro sabor, por ejemplo, el puerco de Panamá mas nunca sabia como el de nosotros. Nunca mas me he podido comer un puerco asado en las brasas, verdad que era un proceso lento que había que prepararlo desde la noche anterior, pero era un manjar de los dioses.
Cosas tan sencillas como ver llover desde el portal de mi casa o escuchar los truenos que se amplificaban por la gran cantidad de cuevas subterráneas de la península era como meditar.
Nunca he podido ver otro mar con aguas tan cristalinas como el de mi tierra con una visibilidad sorprendente incluso por encima del agua.
Muchas personas pueden que no entiendan pero otras si como Macho Montes que viajaba frecuentemente a Miami, pero nadie lo hacia quedarse algo que nunca entendí.
Nunca vamos a decir que nada es por gusto, el aprendizaje al final es lo que vale y siempre hay logros, pero siempre sin dejar de reconocer lo bueno que vivimos.
Mi amigo Enrique Tejera que hoy día radica en Miami concuerda conmigo y a pesar de que el presidente de nuestro CDR de mi juventud me hacia la vida de cuadritos siempre fuimos en contra de viento y marea hacia nuestras metas.
Hoy día tengo una computadora en aquellos tiempos una vieja maquina de escribir portátil Underwood heredada de mi tio Pepe que falleció a una edad muy temprana, con la que gané importantes batallas, como otras que he ganado en estos lares.

Hace dos o tres días me descompense cardiovascularmente, me sentí cerca de la muerte, pero no fui a ningún hospital, no  dije nada y mi cama fue la compañera, pero ante todo me di cuenta que estaba preparado, no  había miedo, no había pánico, porque no nacimos para semilla y algún dia nos toca pero una vez mas salimos al ruedo a seguir nuestra lucha, porque siempre queda algo por hacer.

Semana Santa tiempo de meditación.

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